La práctica del mindfulness en un principio parece bastante simple; sería solo estar presente, atender de una forma deliberada, sin enjuiciar al momento actual. Una vez que comienzas con ello, te das cuenta de que realmente no es tan sencillo como parece y es aquí donde es fundamental, para poder permanecer y continuar practicando, identificar y gestionar los obstáculos que de forma inevitable surgirán.
Por ello, podemos decir que practicar mindfulness es algo sencillo si eliminamos aquello que nos impide realizarlo, que no es poco ya que, aunque parezca de perogrullo decirlo, es fundamental aprender a gestionar aquello que nos impide llevar a cabo el ejercicio.
La gestión de las dificultades nos permite caminar por la meditación con menos exigencia y con más comodidad, sin demasiado esfuerzo y desarrollando la amabilidad hacia nuestra experiencia y, por ello, hacia nosotros y nosotras mismas. Hay una frase que me gusta mucho y es la siguiente:
“Crear las condiciones de relación necesarias con la práctica, para desarrollar un espacio de comodidad en la incomodidad, cuando esta esté presente”.
Desde mi experiencia, cuando nos iniciamos y durante el proceso de construir el hábito de la práctica, podemos sintetizar estos obstáculos en el camino y su gestión en siete factores:
1. Mantener la decisión de “sentarse” a practicar mindfulness
Es fácil tomar la decisión de comenzar a meditar, pero no lo es tanto mantenerse en la decisión cada día cuando no hay estímulos externos que lo propicien. Hay muchas voces internas y externas que nos animan a no realizar la práctica de mindfulness y muy pocas voces que nos llamen a hacerlo. La pereza o la desidia se dan cuando somos incapaces de apartarnos de la televisión o el sofá, por ejemplo.
Por ello, cada vez que uno se sienta a meditar ya ha realizado un proceso en el que ha afrontado la pereza y ha gestionado la atracción de otros estímulos. El darse cuenta de que en la práctica de mindfulness hay un ANTES-DURANTE-DESPUÉS es acercarse a esta disciplina como un continúo permanente.
2. Gestionar las distracciones de la mente (apego al pensar) en la práctica del mindfulness
Elijas la práctica de meditación que elijas, una parte de tu mente no quiere realizarla porque prefiere estar en otro lugar. Por este motivo es importante conocer cómo funciona la mente y aprender a gestionar su impulso hacia la dispersión, divagación, distracción etc.
No se trata de mantener la mente inmóvil, sino de entender el proceso de mindfulness como un proceso fluido en el que conducimos la atención y gestionamos la misma de una forma continua y no de forma rígida. Esta es la clave para conseguir combatir la distracción.
Es decir, no se trata de luchar contra los pensamientos, sino que se trata de reconocerlos, atenderlos con distancia, darles su espacio y reconocer su naturaleza de impermanencia
Recuerda cuál es la instrucción fundamental:
“conectar/observar/atender conscientemente/respirar con la sensación/volver al foco/continuar”
3. No tener clara cuál es tu intención y motivación al practicar mindfulness
La intención de la práctica del mindfulness es universal: ser consciente, de una forma deliberada, momento a momento, de tu experiencia directa sin emitir juicio, relacionándote desde la amabilidad, de la mejor forma que puedas.
La motivación es más personal. Qué hacemos, cuándo y por qué; es como una flecha que disparamos. Vaya donde vaya esta flecha, nuestras tropas mentales y físicas la seguirán. Las motivaciones pueden tener que ver con nosotros, nosotros y los demás o con nosotros, los demás y todos los seres sentidos y por último con la iluminación.
Por tanto, no se trata de intentar engañarte a ti mismo, sino que es una manera de expandir la mente, de elevar su horizonte. De hecho, las motivaciones pueden ir variando y la experiencia de cualquier persona que lleva en esta disciplina muchos años te dirá que el proceso es cambiante, como la experiencia vital.
4. Actualizar la idea que tienes de lo qué es mindfulness
Son muchas las personas que relacionan este hábito con la idea mental que han ido creando con la información que les ha ido llegando. En este sentido te diría que podemos detenernos un poco en qué imagen se traslada desde los medios de comunicación o los propios profesionales de la meditación y mindfulness.
Te pongo tres ejemplos de falsas creencias:
- Si una persona cree que se trata de relajación, tendrá un obstáculo que gestionar cuando vea que no se relaja.
- Si uno considera que la práctica del mindfulness es tranquilidad y estabilidad, tendrá un obstáculo cuando aparezca la inquietud y la inestabilidad.
- Si uno considera que es placer, tendrá un obstáculo cuando aparezca el sufrimiento.
5. Atender a los movimientos emocionales internos
Cuando practicamos mindfulness a través de las diversas prácticas meditativas, aparecen de forma natural emociones y sentimientos que a veces son agradables y otras veces no.
La meditación no es siempre una experiencia en la que nos sentimos muy bien y tenemos sensaciones gratificantes; esta es solo una parte de la actividad; la otra parte, igual de importante, tiene que ver con tomar consciencia y desarrollar procesos de aceptación de uno mismo y de aspectos que no siempre son agradables.
Aceptar y crear marcos de aceptación de todo aquello que percibo y siento mientras medito es imprescindible para avanzar en el desarrollo de estados mindful en mi experiencia vital.
6. Somnolencia, apatía, pereza en la práctica del mindfulness
A veces has tenido un día duro en el trabajo y te sientes tan cansado que al meditar te entra sueño. Incluso te das cuenta de que, aunque dormiste bien, tan pronto como te sientas a practicar la meditación, entras en un estado de somnolencia y la mente se vuelve aburrida.
La pereza, el sueño y la apatía pueden ser formas en las que el cuerpo reacciona con aversión. Para evitarla trata de elevar tu energía abriendo más los ojos, poniendo atención en la luz de la habitación e incluso tratando de hacerla más brillante. Este es un buen momento para introducir prácticas que te despierten, como por ejemplo cantar un sutra a ti mismo.
Si nada de esto funciona, puedes ponerte de pie o andar muy lentamente y meditar. Otra opción es cortar la respiración durante unos segundos, verás como tu sistema nervioso te activa y te pone en alerta para, desde ahí, continuar con tu práctica de mindfulness.
Y si a pesar de hacer todo esto te sigues durmiendo, duerme. Lo que te están tratando de decir tu cuerpo y tu mente es que necesitan descansar y no meditar…
7. Aversión
Estás sentado y te das cuenta de que estás evitando un pensamiento, una emoción, o una sensación por las sensaciones físicas de tu cuerpo. Esto es difícil de ver porque la aversión oculta el pensamiento o el sentimiento por completo.
A veces tratas de escaparte del asiento, te mueves y tienes una sensación de evasión. Si sientes tensión o la sensación de estar bloqueado en tu sesión de nuevo, puedes utilizar la respiración para suavizar e ir hacia ese lugar en el cuerpo o en el corazón (emoción). La respiración te ayuda a guiarte y suavizarte, de modo que no tienes que retroceder y verlo desde una distancia.
Si este recurso no ablanda tu estado, te dará la oportunidad de relacionarte con la experiencia con un recipiente mayor. Te lo explico. Por un lado está aquello que te genera aversión, por otro lado hay experiencias neutras (no estás atendiendo) y por último están las experiencias que te generan bienestar. La primera, la aversión, te da la oportunidad de desarrollar la ecuanimidad. Es posible que la experiencia que te genera oposición, te acompañe en un recipiente mayor durante toda la práctica. Recuerda que no se trata de eliminar, bloquear ni rechazar.
Es tu turno. ¿Quieres compartir con qué obstáculos te encuentras tú al practicar mindfulness?